En Abril de 1964 la Población Leprosa se comprometió a dedicar sus mayores esfuerzos en no volver a repetir los errores que llevaron a Newell’s Old Boys a jugar los sábados. En unión. En lucha constante. A eso se comprometieron para dejar atrás una página oscura de dolor. En estos casi 60 años, pareciera que un puñado de personas mediocres de pensamiento y accionar, esquivan y olvidan lo que juramentó la Población Leprosa. A todo el Mundo Newell’s nos toca la tarea, si queremos, como nos han legado, “que nunca jamás” vuelvan a suceder esas equivocaciones. ¡No rompamos el Juramento Leproso!
A continuación compartimos una gran nota Rojinegra de Víctor Rey, publicada en abril de 1964:
Newell’s en la Calle con su Bandera y su Gloria
Por VÍCTOR REY
Entre Ríos y Ocampo: hinchas, asado, discursos. Un debate y un presidente que acepta el diálogo y confiesa que es, por arriba y encima de todo un hincha más. El viejo Newell’s en la vertebración popular de la nueva edición del fútbol. De aquellos tiempos ¿te acordás, hermano? Ahora, ayer y siempre, un corazón y un grito: “¡Dale Newell’s!“. Un pasado cargado de gloria buscando el surco fecundo para honor de Rosario deportivo.
Por inusitado, vale bien y mucho esta referencia: en plena calle Entre Ríos y Ocampo, partidarios de Newell’s Old Boys, buenos vecinos, apasionados por el fútbol, tendieron una mesa con el asado y el vino de la camaradería. Era el festejo por el advenimiento del club rosarino al campeonato máximo de la AFA. Era la hinchada; la que sufrió tanto, replegada en el dolor de una pena cauterizada ahora por la ley de los hombres justos.
CANTOS, GUITARRAS, DISCURSOS
Allí estuvo un sector de la masa mientras se alternaban cantos, discursos y guitarras: en la cabecera, el presidente de la institución, doctor Albino Palacios Cabanellas, otros directivos, periodistas, el comisario de la séptima, Mercado, que autorizó la reunión en la vía pública y más de un vecino, como el boticario que bajó la persiana de su negocio para sumarse a una alegría sana y popular, rosarina y noble, o el propietario del café de la misma esquina de ese barrio tradicional, poniendo todo su afán para que la reunión tuviera contornos de perfil amistoso y partidario, y hasta el arquero Gironacci y una legión de botijas a su lado con los ojos grandotes de admiración por la presencia de un ídolo, para culminar con la presencia en flor de algunas niñas repartiendo banderines del club de sus amores… Era pueblo. Fiesta en un barrio porque vuelve a primera el Viejo Newell’s…
UN PRESIDENTE HINCHA
Este público, apasionado por el destino del club y su futuro, tuvo frente a él, como a uno más de sus hinchas, al propio presidente de la institución. Y vino el diálogo, subiendo el vino, en un clima de respeto, bajo la advocación de la rojinegra y de la invocación de aquellos verdaderos varones y padres del balompié que tuvo el Newell’s de muchas épocas, empezando por la de oro.
_Presidente… hay que buscar un cinco…
_Doctor… necesitamos goleadores…
_Presidente… siempre hay que tener un back recio, de “aguante”…
_Doctor… no se olvide que los suplentes son muy necesarios…
_Y el doctor Palacios Cabanellas, respondiendo con sutileza, pero ampliamente, a las preguntas, matizó el acto alternando con los hinchas y manifestando siempre que en un club la voz de los partidarios es siempre la palabra mayor, porque traducirá equivocaciones y fanatismos pero obedece eso a su propio amor por la divisa, que la quiere alta y limpia.
Por eso el presidente Palacios Cabanellas devuelve con una sonrisa la imposición del fanático, cuyo pecado es lo más puro que tiene el hombre: sinceridad, pasión, buena fe, cariño, ansias de que el club se empine en la gloria… Todo por homenaje a esa pasión, hay tolerancia y respeto. Por eso el presidente de Newell’s entró al diálogo en la tribuna de la misma calle, como un hincha más.
EL SABER DEL FÚTBOL
_Doctor: usted será un buen presidente, pero no sabe – Le dijeron cosas fuertes a Palacios Cabanellas, como ésta: nada de fútbol…
Ancha la sonrisa del titular rojinegro, para responder. Y lo hizo con esa altura de la tolerancia…
_Bueno… pero estamos arriba… y acepto complacido que me enseñen algo más sobre fútbol…
Entonces yo recordé, salvando las distancias del tiempo más que de los valores humanos, que cuando Newell’s tuvo un gran presidente, el malogrado doctor Vicente Pomponio, su ductibilidad, su caballerosidad, su estructura mental y social, llevó al club muy arriba, quizás sin saber tampoco de fútbol más que el abecé elemental…
DIGNIDAD Y VERGÜENZA
Mientras pasaban cortes de asado y el vino hacía su siembra de efluvio grato para acompañar la elocuencia del verbo, salió a relucir la época de oro.
El recuerdo de Badalini, los Celli, Libonatti, y más acá Sobrero y Pontoni. Por ahí el hincha cargado de canas tuvo esta frase como sentencia:
_¡Fuimos Grandes, no podemos volver a ser chicos!
Era el latiguillo para que nunca jamás venga un traspié para la caída. Para que Newell’s sea unido, desde presidente abajo, desde los tablones a los jugadores, porque la bandera une y la gloria convoca al esfuerzo supremo de todos.
Ese ¿te acordás, hermano?, empuja: es diástole y sístole; es Newell’s de antes, que sale de un oprobio, cubierto de dignidad y de vergüenza y amor propio, que va a pelear desde el domingo con una hinchada que ha tomado la calle, que pugnará, gritará, arañando con sus sentimientos el pasto de la cancha de tantas historias… Es el “¡dale Newell’s, dale!“. Entre Ríos y Ocampo fue una cita que demuestra hasta dónde llegan ahora las columnas adictas. Newell’s está en marcha; arriba la bandera; desde los tablones que ahora son el modernismo, con la visera de gala de la tribuna, están el rico y el pobre: el poderoso y el humilde, hermandad que hace el fútbol, crisol de voluntades, eclosión pura de corazones, por una divisa, por una historia, por una lucha… ¡Arriba, dale Newell’s!
Por Víctor Rey, 24 abril 1964, previo al inicio del Campeonato de Primera División