Es genial ver cómo se celebra y se honra la memoria de figuras importantes como don Isaac Newell. Su legado en el ámbito educativo y deportivo es realmente inspirador. Sin duda, la tradición y el espíritu del Club Atlético Newell’s Old Boys perduran gracias a personas como él. Esperemos que pronto su imagen vuelva estar presente donde merece estar: en el Estadio del Parque Coloso Marcelo Bielsa.
Celebrando el 171° aniversario del nacimiento de don Isaac Newell, compartimos el siguiente artículo publicado en el suplemento especial del diario DEMOCRACIA en noviembre de 1953. Edición publicada en el marco del centenario del natalicio del educador y las Bodas de Oro del Club Atlético Newell’s Old Boys. Siguiendo la tradición y el legado del Pionero del Fútbol levantamos la bandera educativa, deportiva y social RojiNegra. Querrán ignorarlo, querrán esconderlo… pero no podrán cancelarlo. ¿Cuándo volverá a descansar en el Estadio Coloso del Parque Marcelo Bielsa? Isaac va a volver, ¡Isaac va a volver! Va a volver a donde merece estar. En épocas pasadas ya permaneció oculto en pasillos de utilería… de nosotros depende que no vuelva a ocurrir. 24 de abril no es un día más para la Población Leprosa. SALÚ ISAAC, VIVA NEWELL’S
artículo publicado en el suplemento especial del diario DEMOCRACIA, 23 noviembre 1953:
EL VIEJO COLEGIO DE NEWELL
<<Don Isaac Newell había nacido en Rochester, la pequeña y pintoresca ciudad inglesa. De esto hace 100 años, exactamente, el 24 de abril de 1853. Desenvolvióse su infancia entre las preocupaciones de los estudios primarios y sus juegos por las calles y a lo largo del Medway.
Dotado de un invencible espíritu de aventura, lector apasionado de Dickens, a los 16 años dejó la tierra natal – nuevo David Coperfield – a bordo de un buque de carga y pasajeros, como intrépido grumete. Ya años antes embargaba en su mente la visión del mar y de horizontes lejanos, y al fin se cumplieron sus deseos. Aprovechando que viajaban a la Argentina algunos amigos de su padre, el pequeño Isaac pudo embarcarse, no sin antes vencer la resistencia de su madre.
El barco que lo condujo echó amarras aquí, en Rosario, junto a uno de los muelles que entonces poseía el F.C.C.A. (hoy Mitre) , al fondo de la calle Entre Ríos.
Corría el año 1869. ¿Qué suerte le esperaba en nuestro país, y especialmente aquí, en Rosario? La ciudad vivía jornadas de intensa agitación. Días antes había sido vetada la ley que trasladaba la Capital de la República a nuestra ciudad. Poco después el general Urquiza es asesinado en su residencia de San José. López Jordán se levanta en armas en Entre Ríos, y aquí mismo, en Rosario, ante la proximidad de unas elecciones, se balean en las calles los ‘picanillas’ (liberales) con los del club ‘Chocolate’ (católicos).
Reina un ambiente de intranquilidad y desasosiego en todas partes, bajo es clima, ¿qué posibilidad podría hallar aquí el joven emigrante para estabilizarse y progresar? La aventura en América se le presentaba bajo un cuadro de tonalidades obscuras.
En cuanto a establecimientos educacionales, Rosario no ocupaba por cierto un lugar de privilegio. El gobierno provincial se desentendía en absoluto del problema, y apenas si funcionaban en la ciudad cuatro escuelas de primeras letras, dos de varones y dos de niñas. Esta situación había permitido que surgieran diez o doce colegios particulares. Pero, en total, a la llegada de Isaac Newell a Rosario sólo recibían instrucción primaria unos 1.500 niños; los demás se daban a la inacción y a la vagancia.
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Con gran ansiedad subió el joven la barranca. Seguramente se quedó un rato mirando desde allí la ciudad, que se le brindaba a través de varias calles convergentes; decidió caminar por Entre Ríos, y ante una casa de aspecto señorial detuvo sus pasos e hizo funcionar el llamador. Traía varias cartas para amigos de su padre, aquí residentes. ¿Por qué se dirigió a esa casa antes que a ninguna otra? ¿Fué para pedir informes y orientarse en la ciudad? ¿O es que, directamente, debía dirigirse allí, portador de alguna de las recomendaciones? No hemos podido averiguarlo.
Fué atendido por una señora alemana – el ama de llaves -, quien felizmente hablaba inglés. Con ella pudo entenderse de inmediato. Como el joven irradiaba simpatía, la señora le franqueó la puerta de la casa y le dio algo de comer, ofreciéndose para ayudarlo aquí en sus primeros pasos. Poco después lo puso en contacto con el dueño de la casa, que era nada menos que el administrador del F.C.C.A. William Wheelwright.
Decidido a abrirse camino, el joven Isaac aceptó complacido la protección que se le brindaba en ese hogar desde la primera hora de su llegada. Ingresó en el ferrocarril como aprendiz de telegrafista; además se inscribió en el colegio nocturno que funcionaba en la calle Entre Ríos, entre San Lorenzo y Urquiza. Allí realizó estudios muy importantes, bajo la dirección de quien sería su maestro dilecto. En efecto, dirigía ese colegio el pastor de la iglesia Metodista, reverendo Thomas Wood, verdadera autoridad pedagógica de la época.
Terminado su aprendizaje de telegrafista, consiguió un empleo en la Inspección General de Telégrafo Trasandino, con asiento en Villa María. Allí se encontraba en 1873, cuando le llegó la noticia del fallecimiento de su protector, míster William Wheelwright. Contaba apenas 20 años el joven Isaac y su carrera administrativa en el ferrocarril prometía ser brillante. Poco después recibió un ascenso; debía trasladarse a San Luis, como jefe de telégrafos, pero algo debió interferir en su espíritu; posiblemente la muerte de Wheelwright influyó en su destino. Invocó razones de salud y consiguió traslado a Rosario, para seguir con el mismo empleo.
Aquí estaba en verdad su porvenir. Continuó trabajando de telegrafista y volvió al colegio del R. Wood, para perfeccionar sus conocimientos en contabilidad, en inglés y en otras materias.
Concurriendo a las clases del reverendo Wood conoció a una joven alemana, Ana Margarita Jochimsen, hermosa rubia de grandes ojos azules, condiscípula suya, con quien simpatizó en seguida. El romance no tardó en anudarse. En 1876, a los 23 años de edad, se casó con ella, y como ambos poseían gran ansia de saber, siguieron estudiando hasta obtener ambos, dos años después, el título de profesor de inglés.
Dispuestos a ocuparse de la enseñanza, tomaron a su cargo el Colegio Anglicano, anexo a la iglesia de San Bartolomé, sito en Urquiza y Paraguay; allí trabajaron hasta 1883.
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Al año siguiente Isaac Newell, que tiene a la sazón 31 años, se decide a instalar colegio propio y lo hace precisamente en la misma casa donde fué alojado el día de su desembarco en Rosario, vale decir, en la casa que había sido de Wheelwright. La toma en locación; como carece de título habilitante y se propone impartir enseñanza primaria, contrata a dos maestras normales, las señoritas Clemencia y Emilia Saint Girons, con cuyo respaldo el establecimiento puede funcionar e incluso obtener poco después, una vez implantada también la enseñanza media, su incorporación al colegio nacional.
Bautizó el establecimiento con el nombre de Colegio Anglo-Argentino y completó el primitivo cuerpo de profesores con su propia esposa, doña Ana Margarita Jochimsen de Newell, con su hija Liliana, con Catalina Vensel de Hum (la primera profesora de piano que tuvo el colegio); con Catalina Dodd, que luego fuera la esposa de Claudio L. Newell, hijo del fundador del colegio; con Mr. Noolan (profesor de inglés), con Guillermo Erausquín (profesor de dibujo), con un pintoresco y simpático profesor de catalán, a quien todos llamaban Mr. Frígola; con su hijo Claudio, con M. Asebrú (profesor de francés) y con M. Cañet (profesor de gimnasia). De estos profesores fundadores del colegio sólo queda un sobreviviente, la señora Catalina Dodd, viuda de Claudio L. Newell, que posee actualmente 77 años de edad, y a cuya amabilidad debemos gran parte de las noticias históricas aquí recogidas.
Años después don Isaac Newell obtuvo la compra de la propiedad, con facilidades de pago. En 1889 fué abierto el Libro de Oro del Colegio, dedicado por los primeros ex alumnos a su fundador.
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En 1900, al cumplir 47 años, Newell se sintió enfermo y resolvió hacer un viaje de descanso a su patria, para visitar a los suyos, o quizás en carácter de despedida de su amada Inglaterra. Antes de irse confió la dirección del colegio a su hijo Claudio, que habría de ser su digno sucesor.
Cuando al año siguiente regresó a Rosario lo hizo acompañado de una enfermera y de un hermoso perro, que fue famoso en el barrio por su gran tamaño y prestancia.
No pudo ya reponerse del todo, ni menos aún retomar sus tareas al frente del establecimiento. Sólo cabe exceptuar su interés por el deporte, que se concretó en un hecho magnífico: la fundación del Club de fútbol que hoy lleva su nombre. Este hecho tuvo lugar en 1903, según las circunstancias que narraremos más adelante.
El 16 de octubre de 1907 se produjo el fallecimiento de don Isaac Newell, cuando sólo contaba 54 años. Resignado ya, pues conocía el desenlace de su enfermedad, su muerte puso una nota de serenidad en el hogar afligido. Ya en los últimos momentos, sintiéndose morir, pidió a su esposa que llamara al entonces profesor de música del colegio, don Ernesto Benítez, porque deseaba irse de la vida escuchando música de su violín.
Allí estuvo, en efecto, el profesor y amigo en el instante trágico, con el corazón sobrecogido de dolor, pero disimulando y moviendo el arco de su instrumento en la ejecución de un motivo musical que aún hoy recuerdan algunos de los descendientes de Newell.
Así terminó la vida del distinguido educador, en una extinción suave. Su colegio siguió funcionando hasta 1927, bajo la dirección de su hijo, el doctor Claudio L. Newell. El edificio fue renovado y ampliado varias veces, hasta que en 1913, bajo la construcción del ingeniero Manuel Sallovitz fue rehecho casi totalmente, para adquirir las dimensiones y el aspecto actual. En 1930 el colegio fue trasladado a otros dueños. Luego cesó sus actividades; el local fue alquilado primero, y por fin vendido a la Nación. Allí fue instalado y funciona actualmente el Colegio Nacional número 2.>>