Por CUNA DE ASES
Agradecimiento especial para COMA por su resumen y puntapié
Agradecemos a quienes participaron en la Selección de las coloraciones
Ernesto Celli nació el 10 de julio de 1894 en la ciudad de Santa Fé. En cada campito una gambeta; en cada baldío un remate con destino de gol; en cada potrero una apilada; en cada cancha la única opción posible, ‘entrega total‘; en cada partido le brotaba el sentimiento sportivo de una época que vivió al Fútbol como expresión artística, como fuente de sabiduría.
Ernesto Celli fue el gran ídolo popular de aquellos años de 1910 y la década de 1920. Llegó a Newell’s Old Boys en 1917, junto a su hermano menor Adolfo y a su camarada Atilio Badalini. Construyeron un idilio inquebrantable con la Legión Rojinegra. Ernesto Celli llegó a Newell’s Old Boys para torcer el destino de desguace que estaban sufriendo las Escuelas de Fútbol en el país. Ernesto Celli llegó a Newell’s Old Boys para devolverle al Club la gloria que parecía haberse oxidado, volviéndose casi inalcanzable. Difícil labor, pero para los elegidos del llamado ‘fútbol total‘ no hay obstáculo que los frene, no hay barrera imposible de sortear, siempre van hacia adelante, al límite, siempre. Con la única opción de entregar todo, no guardarse algo, nada guardar, claudicar no se cruza por la mente.
Ernesto Celli fue un destacado deportista dedicado al fútbol. Solía lucirse en el puesto que fuera preciso cubrir. Ya sea como entreala, puntero izquierdo, centro delantero, centrojás, o cualquier posición de las líneas medias; como back, y también como guardavalla. No había motivo ni razón que privara a Ernesto Celli de comandar y sostener al eleven en el que se presentara a jugar un partido.
Dirigía los ataques y ofensivas con una claridad de juego maravillosa, además, poseía una fuerza extraordinaria en su remate, recio y certero, siempre con destino de gol, su único gol en la Selección fue el día de su debut, el 19 de octubre de 1919, contra Uruguay. Ernesto se hizo del balón en la mitad de cancha, giró, y de 40 metros efectuó un fortísimo disparo que fue a descansar a la red, dejando inmóvil al arquero charrúa. Cuando actuaba como centre forward, ejercía un poder ofensivo abrumador, con goles. Dribbleaba de manera rápida, engañosa; apilaba y amontonaba rivales para dejarlos en el camino, con velocidad, con gambeta o toque corto. Subía a pelear por los aires cada balón entre 3 o 4 rivales de ser preciso. Tenía tanta potencia para los embates frontales, que se volvía imparable. Brillaba en el juego aéreo, tanto para bajar la jugada hacia los costados como para quienes asomaban desde el fondo. Cuando actuaba de puntero izquierdo desbordaba de manera magnífica, y elaboraba centros precisos para que sus compañeros llegaran libres al gol. Como centrojás, empujaba y era el alma del equipo, frenando los embates contrarios, anulando todo a su paso. Iniciaba las ofensivas con una fuerza contagiosa que hacía delirar a los adictos de la Legión Rojinegra, como centrojás era figura cantada del partido. También se lucía como back, soportando los embates rivales, desarticulando el peligro del área, llevándole tranquilidad al arquero. Y, como todo elegido en esto del ‘fútbol total‘, si era necesario descolgar la trayectoria del balón, Ernesto Celli, era un diestro guardavalla. Superaba todo a su paso. Su calidad de personalidad del deporte, sumado a su carisma, y temperamento, lo volvieron el ídolo rojinegro de aquellos años. Voz autorizada, mando, prestancia, un carisma contagioso que transmitía al resto del equipo. Sus compañeros absorbían la energía que emanaba ‘el hombre orquesta‘, simpático apodo que le quedó adosado por valerse y lucirse en todo puesto en el que fuera requerida su participación.
Ernesto Celli jugó al menos 121 partidos en Newell’s, y convirtió 82 (1) goles entre 1917 y 1925. Fue Campeón en la Copa Vila 1918, 1921 y 1922; y Campeón de la Copa Ibarguren 1921 (Título Nacional). Defendió a la Selección Nacional en 6 partidos oficiales, convirtiendo 1 gol entre 1919 y 1924.
También defendió los destinos del combinado de la Liga Rosarina en las bregas contra porteños, y en los internacionales contra uruguayos. Uno de los partidos más recordados donde paseó y lució su jerarquía de sportsman, fue en el Parque, defendiendo la divisa del combinado Rosarino contra los Vascos. Ese día Ernesto Celli ahogó a los defensas a lo largo de todo el frente de ataque, y convirtió los dos goles. Ese 6 de agosto de 1922 Ernesto Celli “jugó como nunca, impetuoso, rápido y entusiasta fueron en todo momento sus intervenciones, figura descollante del match”.
En los partidos en Buenos Aires por la Copa Ibarguren, contra Racing Club y Huracán, deslumbró a todos con sus actuaciones. Atrás quedaban los rivales, y Newell’s Old Boys conquistó nuevamente los puestos de vanguardia. Ernesto Celli compartía brillantes ofensivas junto a Julio Libonatti, Umberto Libonatti Atilio Badalini, Federico Garrone, Blas Saruppo; recordadas líneas medias junto a Alfonso Grenón y Cayetano Blotta… siempre jugándose al límite en la gramilla.
Al límite sacándole viruta al piso en los bares y salones. Ernesto Celli poseía el carisma de la época. Con temple dónde sea y cómo sea. Por aquellos días, en Argentina, aún no proliferaba la figura del Entrenador. La voz de mando era la del capitán. En Newell’s, el capitán por ese entonces era Ernesto Celli. Voz para convocar a los jugadores, y para organizar y dirigir los entrenamientos cuando había. En los diarios de la época puede leerse la consideración hacia el liderazgo ejercido por Ernesto Celli, y además ponderan la precisión y eficacia en los entrenamientos que conducía en Newell’s. Adolfo Celli, el Alemán, nunca fue un improvisado en el Fútbol, menos aún lo fue para aprender y adquirir conocimientos que más tarde pondría en práctica en el Fútbol Juvenil y Profesional del Interior.
El capitán era el encargado de repartir cajitas de fósforos en las casillas contiguas a los fields que oficiaban de vestuario. Época en que comenzó a correr el dedo acusador, rumoreando que los players cobraban tales o cuales sumas de dinero a cambio de sus servicios como futbolistas. Era intolerable, para ciertos sectores y personalidades ligadas al deporte, que esto sucediera. Impusieron una discusión infame, donde el orgullo, y hasta casi la dignidad de los jugadores, podríamos exagerar, estaba en disputa. Los Celli y Badalini fueron triturados en reiteradas oportunidades, acusados de amateurismo marrón. A tal extremo, que, en 1917, en el primer partido clásico de la ciudad en el que jugarían los santafesinos rojinegros, Newell’s ganó 2 a 0 con 2 goles de Atilio Badalini, pero los dirigentes cedieron los puntos, temiendo que los Celli y Badalini fueran sancionados y expulsados de la Liga Rosarina.
Presionado por un séquito de dirigentes, el Consejo de la Liga tomó la desmedida, y también ridícula, decisión de inhibir por todo el año 1917 a Ernesto Celli y a Atilio Badalini. Enterado de esta asombrosa situación, el doctor Claudio Newell los empleó en el Colegio Comercial Anglo Argentino. Ernesto junto a su hermano Adolfo comenzaron a trabajar en la administración del Colegio. Allí, Ennis y el Gringo Badalini prosiguieron con sus correrías futbolísticas. Practicaban, entrenaban y despuntaban el vicio en el patio, y en el campo de deportes del Colegio Newell. Las quejas de la muchachada no tardaron en hacerse escuchar. Había una superioridad muy marcada entre los cracks y el resto de los alumnos, “es un afano, así no se puede jugar” se quejaban. Es así que alguien sugirió, “si son tan buenos, que jueguen con las manos atadas“. Y así fue nomás. Durante todo ese año Ernesto Celli y Atilio Badalini jugaron al fútbol con las manos atadas. Para 1918 habían conseguido movimientos y destrezas nunca antes vistos, rápidamente se volvieron los ídolos de la Legión Rojinegra. Fueron aclamados por la gradería de Newell’s Old Boys.
En Buenos Aires, en Montevideo, en Brasil, Ernesto Celli levantó la bandera del fútbol de la escuela rosarina en todos los fields. En todos los campos sabían de su poderío. En todos los ámbitos del deporte era reconocido, querido, respetado. Su temperamento y amor propio por el juego, era impulsado por el carisma del arrabal. Poseía, junto a su hermano Adfolfo, un bar a pocas cuadras del Parque Independencia, cita obligada de los socios de Newell’s. Allí los hermanos Celli practicaban pelota frontón, deporte del que eran diestros pelotaris. Las noches de jarana de los años ’20 proliferaban en aditivos y elixires rimbombantes.
En esas noches de carnaval, el 1° de marzo de 1925, con un calor arrasador y de fiesta interminable, Newell’s Old Boys debía reunirse para afrontar un partido de preparación contra Nacional de Rosario (hoy Argentino). Ernesto Celli se hace presente al encuentro en un estado picado. Es el primer partido que comparte con el crack Vicente Aguirre. Newell’s gana por 3 a 1, y Ernesto Celli es la figura del partido. Al finalizar el encuentro el presidente salaíto convida de cervezas para todos, brindis para combatir los calores. Celli apura el trago en reiteradas oportunidades. Una vez en la casilla del vestuario, Ernesto Celli se desvanece con espasmos, producto de la temperatura del líquido y la rapidez con la que fue ingerido. Se desvanece y no vuelve a despertarse. Es trasladado a su casa, donde fallece pasada la medianoche del día lunes 2 de marzo de 1925 (00:45 hs).
El mundo deportivo se estremece. Hondo pesar en la ciudad, en el país. Se viven 3 días de luto en el ámbito deportivo. A la familia, al Club Atlético Newell’s Old Boys, a la Liga Rosarina, llegan cables de todas partes. Boca Juniors se encontraba en Europa, embarcado en una gira, sus camaradas lloran la partida del crack. Roldán recuerda en sus notas que un ómnibus imperial pasa por la morada velatoria, y un pasajero dice, “todos los pasajeros deben pararse y descubrirse frente a la casa de los Celli“, y así sucede, señoras y caballeros se incorporan en profundo respeto mientras se alejan lentamente. Los restos de Ernesto Celli fueron trasladados cubiertos en un pabellón Rojo y Negro. Newell’s Old Boys despidió a uno de sus mejores cracks. El repentino deceso del ídolo fue muy difícil de digerir y muy trabajoso para reemplazar.
El sentimiento y dolor se curan con el tiempo. 6 meses antes, Adolfo Celli, había sufrido una grave lesión que lo forzó a colgar los tamangos de manera definitiva. Fueron días turbulentos para Newell’s. Pero el Alemán se traía algo bajo el brazo que significaría, para Newell’s Old Boys, volver a resurgir, una vez más. Siempre para adelante, sin mirar atrás. Ir, ir, ir, no frenar, seguir yendo, siempre al límite, con ese empuje sportivo que Ernesto Celli supo transmitir en cada entrenamiento que comandaba, en cada ejercicio que elaboraba, en cada apilada que trazaba sobre la gramilla del estadio del Parque. Maravillas artísticas con las que tantos purretes bullangueros fantaseaban pegados a la raya de la oficial, colgados en los tablones de madera, o trepados a los árboles de la añorada “tribuna verde“.
Las prácticas y entrenamientos que dirigía Ernesto Celli en aquellos lejanos tiempos, consiguieron reconocimiento y elogios del mundo deportivo. Las enseñanzas en rojinegro en el ámbito de una Escuela se quedan, perduran, y con el paso del tiempo se van guardando bien adentro, se quedan… es la construcción de esa identidad leprosa, esa consciencia leprosa, que supieron transmitir todas aquellas leyendas que nos han traído hasta acá, ancestros rojinegros que viven en el recuerdo vivo, que descansan entre los rincones del estadio, ancestros que vuelven a emanar su fuerza leprosa cada vez que gritamos VIVA NEWELL’S…. en esos años de 1920, el gran ídolo rojinegro fue Ernesto Celli, “el alma matter del famoso Newell’s Old Boys, el gran campeón rosarino; el jugador más completo de los fields rosarinos, uno de los más grandes de Sudamérica; porque es el jugador que en cualquier puesto sabe comportarse y no sólo esto, sino que logra destacarse; la Comisión de Selecciones debe designar a Ernesto Celli el hábil maestro del primer equipo de Newell’s Old Boys”.
SALÚ ERNESTO CELLI
ÍDOLO DE LA HINCHADA DE NEWELL’S OLD BOYS
SIEMPRE EN EL VIVO RECUERDO ROJINEGRO
(1) Tabla Histórica de goleadores en ElRojinegro.com
muy buena nota, pero deberían agregarle en que club jugaron antes de recalar en ñuls y que tanto los hermanos Celli como Badalini son algunos de los que fundaron Colón.